miércoles, 17 de marzo de 2010

La cocina

Arma en mano, pretendo picar una cebolla, impaciente. No es la primera vez q esto sucede, pero parece ser la última. Todo en este momento lo indica. Lloro. Me pregunto si es por lo q está a punto de suceder o por la cebolla q pretendo picar.

El, sentado de espaldas a mi, tb lo sabe, tb ha tomado su arma. Cierra los ojos y piensa. Piensa en aquel día bajo el árbol -debí decir q no- piensa. Piensa en la mañana en su habitación en la q me dedicó aquella canción. Una lágima recorre su rostro.. Pero sólo una.

La situación se ha tornado insoportable. Las tantas cicatrices en nuestra piel lo evidencian. -Ha llegado el momento- Pensamos. Y en un movimiento más brusco q la luz de un relámpago alumbrando toda una pradera a oscuras y en un silencio totalmente absoluto, nuestros cuchillos encuentran las carnes. Él ha ido directo a mi corazón, yo he logrado perforarle un pulmón.

-Te amé infinto- dijo
-Te amé más
-Pensaba pedirte q te casaras conmigo- Jadeó en un último suspiro
-Pensaba decirte q sí- respondí casi sin vida

Allí en aquel lugar morimos aquel día. Ahora nuestros cuerpos viven, inertes e inanimados, una vida q debería ser nuestra, una vida q ya no tiene vida.

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