jueves, 24 de noviembre de 2016

'Podrías escribir mi historia', dijo, 'cuando muera, porque lo sabes todo de mi'. Y sí que podría. Podría hablar de tu niñez, de una Australia remota. De cuando viviste en el orfanato dos años con tu hermana mayor, Peggy, o cuando volvieron a reunirse los cuatro hermanos donde tu madre, en ese verano cuando Tommy te preguntó si alguna vez habías follado y pensabas que hablaba de alguún tipo de enfermedad.

Podría contar que tu madre no hablaba nunca con la verdad y q odiabas su dramatismo y su forma de evadir preguntas. Contaría los veranos donde tu abuela, en las Blue Mountains, de sus piernas enormes de linfadima, de cómo tenía solo dos vestidos negros: uno de todos los días y uno que usaba una vez al año para ver al doctor. Contaría de cómo se bañaban una vez a la semana en el mismo enorme caldero que usaba tu abuela para lavar la ropa y se peleaban para no ser el último. 

Hablaría de cómo tu hermana Sue se quitó la vida a sus 32 años y del momento en que tuviste que decirle a su hijo la noticia y no te salían las palabras y no pudiste articular sino que tuvo un accidente y que el sólo logró decir: 'Poor Jhon', que era el hombre casado al que ella veía y el que llevaba años prometiéndole separarse para que estuvieran juntos. Quizá no escribiría de cómo te carcome no haberle contado sino hasta sus 19 años toda la verdad, pero sí contaría que nunca supiste donde había ido Sue esos años donde tu fuiste al orfanato, ni con quien estaba. Y que cuando intentaste hacerlo ya era demasiado tarde. Contaría que peleaban mucho cuando eran chicas, pero en sus últimos años, después que se había separado de su marido porque ella le había sido infiel con John, vivieron juntas y aprendieron a ser amigas.

 Contaría tus ganas de ver el mundo y de tu viaje en barco a Londres con tus 4 amigas y de como en España te cruzaste con un hombre preparando paella y les ofreció de comer, a pesar que no se podían entender. O de la vez que en Valencia pusieron una canción por parlante en la plaza, tan hermosa que te echaste a llorar. Podría quizá contar el viaje que hiciste con tu sobrina antes que muriera de cáncer por Africa, de cómo te cantaban y te decían 'madam' los niños de la aldea. O de la vez que se quedaron en un árbol porque las dejó el safari. 

Podría escribir de las 3 veces que te comprometiste y que del único con el verdaderamente querías casarte tardó 20 años en pedirte matrimonio. Y lo hizo poniendo un anillo en la mesada diciendo: 'no te emociones, pero que dices?'. Podría escribir que nunca fuiste 'lo que uno podría llamar feliz'. Escribiría de la vez que fueron a pescar y pescaste un pez enorme y Jack estaba furioso y cuando logró pescar algo lo lanzaste accidentalmente por la borda y te echaste a reir mientras el paso tres días sin hablarte. O de cómo te arrepientes de nunca haber tenido sus hijos. O de cómo se queda mirando y llorando mientras te despides y caminas alejándote de él en el ancianato cada vez que vas a verlo, a pesar que no puede recordar tu nombre.

Hablaría del placer que te da ver a la gente feliz y hacerlos feliz. De toda la gente que has ayudado. De tu sobrino que perdió los dedos de los pies de cáncer y le diste mucho dinero. O de cuando le pagaste la deuda a tu sobrina o le regalaste los cauchos de su carro nuevo a la hija de tu sobrino, Rose, porque a pesar que no le crees la historia que fue violada en Thailandia donde pasó su niñez, la admiras por todo lo que ha logrado.

Hablaría quizá de cómo sonríes incluso cuando te sientes mal y siempre agradeces incluso las cosas pequeñas. Hablaría de como arreglas siempre mi día y me haces sentir ligera y feliz.

Hablaría de todas esas cosas que hicieron tu vida. De esa lupa enorme que significa tu existencia de 93 años.